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Hambre, pobreza, cambio climático y COVID-19: ¿Cuál es el papel y la responsabilidad de los agentes religiosos para hacer frente a los desafíos en África?

24 Agosto 2020

Los líderes religiosos de países de toda África se reunieron junto a ministros, representantes de las instituciones intergubernamentales políticas panafricanas y expertos en un amplio debate sobre el papel de la acción interconfesional para hacer frente a los crecientes desafíos regionales del cambio climático, el hambre, la pobreza y la pérdida de los medios de subsistencias ocasionados por la pandemia de COVID-19.

El foro virtual fue la sexta y última reunión regional destinada a elaborar recomendaciones de política para el Foro Interreligioso Mundial del G20, antes de las propuestas que se presentarán a los dirigentes mundiales en la Cumbre del G20 de este año, que se celebrará en Riad (Arabia Saudí) en octubre.

Las respuestas religiosas y políticas a la pandemia de COVID-19 constituyeron un tema central en el debate, pero los participantes también profundizaron más allá de las preocupaciones inmediatas de infección y contención, para examinar cómo la pandemia está afectando a los problemas de desarrollo existentes en todo el continente, y cómo los dirigentes religiosos pueden ayudar para hacerles frente.

"Vivimos una época de crisis: la pandemia de COVID-19 sigue estando en la mente tanto de los líderes religiosos como de los líderes políticos. Los temas de nuestra reunión de hoy también reflejan esta realidad. La pandemia de COVID-19 ha afectado, por supuesto, a la vida cotidiana de hombres, mujeres y niños, pero también ha puesto de manifiesto otros desafíos que podrían ser aún más graves: los confinamientos amenazan con empeorar los problemas del hambre. Sin un alivio en la deuda de los países necesitados, podríamos estar ante una recesión como ninguna otra en la historia de la humanidad", dijo Faisal Bin Muaammar, Secretario General del KAICIID.

La inseguridad alimentaria constituyó una preocupación para muchos de los panelistas y participantes: África sigue luchando por alcanzar el objetivo de Hambre Cero para 2030, consagrado en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de las Naciones Unidas, y este objetivo se ha alejado más a causa del COVID-19, la degradación ambiental y las plagas de langostas en África oriental. La Reverenda Nicta Lubaale, Secretaria General de la Organización de Iglesias Institucionales Africanas, habló de la necesidad de utilizar mejor la rica base de recursos naturales de África:

"África está dotada de muchos recursos. El escándalo del hambre y la pobreza debe ser abordado porque es un problema de hambre en medio de la abundancia. El hambre y la pobreza son débiles ante el poder de las comunidades de fe de África, pero tenemos que trabajar para lograr este objetivo.

(Los grupos religiosos y de fe deben) comprometerse en el apoyo directo a las personas que padecen hambre y pobreza. Vayamos más allá de la atención y la participación del público, los responsables y las instituciones políticas. Reformemos los valores para que podamos comprometernos con las cuestiones de género y generacionales".

El Dr. Iyad Abumoghli, Director de Fe para la Tierra del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, reiteró que el mal uso, y no la falta de recursos, es lo que impulsa la crisis del hambre en muchos países africanos. "Más del 70% de las personas que viven en el África subsahariana dependen de los bosques y las tierras forestales para su subsistencia. Sin embargo, una parte importante de esos recursos se utiliza de manera insostenible, mientras que otros se pierden a causa de actividades ilegales. Se calcula que África pierde anualmente 195.000 millones de dólares de su capital natural a causa de las corrientes financieras ilícitas, la minería ilegal, la tala ilegal, el comercio ilegal de especies silvestres y la pesca no reglamentada".

Subrayó la necesidad de que las comunidades religiosas se involucren más en la administración de los recursos naturales para prevenir el hambre y la inseguridad alimentaria.

"Las comunidades religiosas constituyen las mayores organizaciones sociales de África. Los líderes en labores de conservación deberían dirigirse a las comunidades religiosas para que colaboren en la aplicación de estas recomendaciones, con el objetivo de aumentar la capacidad de adoptar decisiones de sostenibilidad basadas en valores que vinculen la naturaleza y el bienestar humano.

La crisis ambiental a la que se enfrenta el continente africano se considera cada vez más como una crisis de valores y, la religión, una fuente primordial de valores humanos", dijo.

También figuraba en el programa el alivio de la deuda de los países africanos, que luchan contra la carga de la deuda contraída por el Estado, que en muchos casos es superior al PIB nacional. Se teme que, si no se aligera la deuda, los países africanos lucharán por asegurar recursos contra la pandemia de COVID-19, dejando atrás a millones de personas vulnerables a las enfermedades, pero también al hambre y a la pobreza multigeneracional.

Martin Pascal Tine, Embajador de Senegal ante la Santa Sede, pidió una acción conjunta de las comunidades religiosas para ejercer presión sobre las instituciones políticas, como el G-20, a fin de que intensifiquen los esfuerzos para el alivio de la deuda.

El Cardenal John Onaiyekan, Arzobispo Emérito de Abuja (Nigeria) se hizo eco de este llamamiento y también pidió que las comunidades religiosas se comprometieran a garantizar que el capital se dirigiera al bienestar público y a los sectores de la sociedad en los que más se necesitaba.

En la reunión se reconoció casi universalmente la necesidad de que las comunidades religiosas participen en la búsqueda de soluciones a todos esos problemas, y que intervengan allí donde los Estados y las instituciones públicas se encuentren cerca del punto de ruptura.

Jelal Chelba, Jefe de la División de Sociedad Civil de la Dirección de Ciudadanos de la Unión Africana y la Diáspora dijo: "Las comunidades religiosas se han visto profundamente afectadas por la pandemia, incluida la cancelación de las peregrinaciones, las festividades religiosas y las restricciones en las mezquitas, iglesias, sinagogas y templos. A pesar de estas dificultades, han seguido trabajando para aliviar el sufrimiento, la angustia y el trauma. Tales esfuerzos deben ser sostenidos y apoyados por todos nosotros".

Varios de los dirigentes religiosos participantes mencionaron su escepticismo inicial en cuanto a participar en el proceso del G-20, habida cuenta de que sólo uno de los países del G-20, Sudáfrica, está situado en África. Pero la reunión terminó con una nota de esperanza de que los dirigentes del G-20 tuvieran en cuenta a África en sus deliberaciones, y que pudieran hablar "a África, si no sobre África", en palabras del Cardenal Onaiyekan.

Las recomendaciones de esta reunión se elaborarán en grupos de trabajo más pequeños en los próximos días y se reflejarán en las recomendaciones mundiales del Foro Interreligioso del G-20, que se compartirán con los dirigentes de la Cumbre del G-20 en noviembre.

Los coorganizadores del Foro Interconfesional del G20 son la Asociación del Foro Interconfesional del G20, el Centro de Diálogo Internacional (KAICIID), la Alianza de Civilizaciones de las Naciones Unidas (UNAOC) y el Comité Nacional para el Diálogo Interconfesional e Intercultural del Reino de Arabia Saudí (NCIID).