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Una relación complicada: Las oportunidades y los desafíos de la cooperación entre los representantes religiosos y los gobiernos

21 Septiembre 2020

El Dr. Mark Owen es Secretario General del Consejo Europeo de Líderes Religiosos desde mayo de 2017 y también es el Director del Centro de Religión, Reconciliación y Paz de la Universidad de Winchester, Reino Unido. Su trabajo de investigación actual se centra en el diseño de métodos innovadores, basados en pruebas para evaluar con precisión los posibles papeles que los actores religiosos pueden desempeñar en los procesos de consolidación de la paz y la reconciliación en un contexto determinado.  Como miembro de las Consultas Europeas del Foro Interreligioso del G20, Mark Owen examina la mejor manera de incluir a los líderes religiosos en el desarrollo sostenible y en la formulación de políticas.

Nunca ha habido un momento más emocionante para involucrarse en el campo de la religión, la consolidación de la paz y el desarrollo; sin embargo, si queremos seguir mejorando la contribución de las religiones a la consolidación de la paz y el desarrollo, tenemos que seguir ampliando nuestros conocimientos y planificar con las instituciones y organizaciones gubernamentales.   

Cuando comenzamos nuestro trabajo en el Centro de Religión, Reconciliación y Paz hace más de una década, las posturas hacia la religión eran muy diferentes a las de hoy. No era sencillo defender la participación e inclusión de los actores religiosos en la construcción de la paz, el desarrollo y la diplomacia.

Muchos gobiernos se mostraban reacios a que se les viera trabajando con instituciones religiosas y organizaciones interreligiosas, y los sectores de la consolidación de la paz y el desarrollo tendían a incluirlos en su colaboración con los "agentes de la sociedad civil"; podría decirse que ignoraban e infravaloraban el potencial tan importante que poseen las religiones.

Es notable cómo, en un período de tiempo relativamente corto, la situación ha cambiado: los gobiernos, los expertos y las personas que influyen en política casi parecen estar compitiendo para demostrar su voluntad de colaborar con los dirigentes y organizaciones religiosas.

Las iniciativas religiosas han crecido enormemente en los ámbitos del desarrollo y la consolidación de la paz, con ejemplos muy encomiables y resultados significativos.

El Foro Interreligioso del G20 es un excelente ejemplo de lo que puede lograrse cuando los dirigentes religiosos, los académicos, los líderes políticos y los profesionales colaboran para ofrecer a los gobiernos y a los dirigentes mundiales un asesoramiento cuidadosamente respetuoso, sumamente pertinente y erudito.

Dicho esto, para los que trabajamos en este ámbito es fundamental que nuestra recién descubierta aceptación no nos lleve a dormirnos en los laureles. Se puede ver que la popularidad y el éxito han traído sus propios desafíos y tentaciones, y debemos estar atentos y reconocer nuestras deficiencias con honestidad y humildad.

Como académicos y profesionales, es evidente que nuestra comprensión de cuándo y cómo la religión puede contribuir mejor a la consolidación de la paz, la reconciliación y el desarrollo es todavía muy insuficiente.

Sabemos que la religión, en las condiciones adecuadas, puede marcar una diferencia significativa en la construcción de la paz y en el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS). Sin embargo, son pocos y poco habituales los estudios consistentes basados en pruebas que demuestren de modo satisfactorio cuáles son esas condiciones y cómo pueden lograrse mejor en contextos inciertos y complejos. Se necesita trabajar mucho más en esta materia.

También es motivo de verdadera preocupación el hecho de que la participación de todo un nuevo tipo de agentes (que traen consigo recursos y oportunidades muy necesarios), haya influido de un modo negativo en la forma en que describimos y hablamos de las religiones.

Sabemos que las generalizaciones sobre "cristianos", "hindúes" y "musulmanes" no reflejan con precisión lo que son esas comunidades religiosas tan complejas y dinámicas con las que trabajamos. Del mismo modo, la influencia religiosa en la consolidación de la paz y el desarrollo es a menudo sutil, compleja y llena de matices, y rara vez se trata de un simple reclutamiento de líderes religiosos para nuestra causa o de citar las escrituras.

Sin embargo, existe la tentación, cuando se trabaja con personas que no están familiarizadas con la religión, de simplificar el lenguaje, las identidades y los conceptos para facilitar la comunicación y la comprensión.

El peligro de hacer esto es, por supuesto, que trabajar eficazmente con las comunidades religiosas consiste precisamente en reconocer y trabajar con la complejidad y diversidad contextual y evitar los estereotipos y el reduccionismo.

Comunicar estas complejidades de manera clara y eficaz a los aliados no especialistas es un enorme desafío. Sin embargo, para el bien a largo plazo de nuestro trabajo es vital que ayudemos a los gobiernos, a las organizaciones de construcción de la paz y el desarrollo, y a los donantes a alejarse de esos conceptos simplistas de cómo la religión impacta en los procesos de construcción de la paz y el desarrollo. 

Según mi experiencia, el Foro Interreligioso del G20 reúne a personas de muy diversos orígenes que reconocen estos desafíos y se dedican a abordarlos.

Por lo tanto, es importante ayudar a garantizar que el Foro vaya viento en popa, y es un placer y un honor participar en esta importantísima iniciativa.