Pasar al contenido principal

Expertos afirman que las organizaciones religiosas pueden contribuir a solucionar los problemas de la migración forzada

30 Septiembre 2016

30 de septiembre, Nueva York - En una reunión celebrada el 23 de septiembre en los márgenes de la histórica Cumbre de las Naciones Unidas sobre Refugiados y Migrantes, representantes de Naciones Unidas, organismos internacionales, Estados Miembros y la sociedad civil afirmaron que las organizaciones religiosas y sus líderes deben participar en los esfuerzos para abordar los retos de la trata de seres humanos y la migración forzada.

“En muchos casos, los migrantes y los refugiados intentan escapar de situaciones de violencia y graves violaciones de los derechos humanos que en algunos casos pueden implicar crímenes atroces, y con esto me refiero al genocidio, a los crímenes de guerra y a los crímenes de lesa humanidad”, afirmó Adama Dieng, Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Prevención de Genocidio, quien junto al Grupo de Trabajo Interinstitucional de las Naciones Unidas sobre Religión y Desarrollo, el Consejo Mundial de Iglesias y el Centro Internacional de Diálogo (KAICIID), organizó el evento. “Si queremos evitar estas situaciones y proporcionar el tipo de asistencia específica que permita a las personas vivir con paz y seguridad y realizarse plenamente, debemos centrar nuestros esfuerzos en estrategias que contribuyan a crear resiliencia nacional. Al mismo tiempo, debemos asegurarnos de que quienes deciden migrar y buscar refugio en otros países puedan hacerlo de manera segura. Además, los países de acogida deben respetar los compromisos  adquiridos en virtud del derecho internacional de los refugiados y de los derechos humanos”, agregó Dieng.

Los panelistas coincidieron en su exhortación a que los líderes religiosos sean incluidos en las respuestas no solo a los síntomas, sino también a las causas de la migración forzada y la trata de seres humanos, tanto desde el punto de partida, como en la ayuda con la integración en los países de acogida. 

“Los líderes religiosos conocen a sus comunidades. Tienen acceso a las personas. Cuentan con la confianza y el respeto de sus comunidades y ya están trabajando para salvar y mejorar vidas donde más los necesitan. Mediante su ejemplo y sus consejos, sus comunidades combaten el prejuicio, apoyan la integración y construyen la paz”, afirmó Faisal Bin Muaammar, Secretario General del Centro Internacional de Diálogo.

Rudelmar Bueno de Faria, representante del Consejo Mundial de Iglesias ante las Naciones Unidas, afirmó que “especialmente desde una perspectiva confesional, en la cual la dignidad humana es un concepto y un compromiso clave, nos vemos obligados a abordar la experiencia entera, todo el espectro de la trayectoria del desplazamiento forzado, desde los puntos de origen hasta los puntos de tránsito, y hasta los puntos de destino, más que simplemente los síntomas del problema en el punto de recepción”.

Iniciativas exitosas de comunidades religiosas trabajando juntas para apoyar a los refugiados y migrantes en sus países de origen, mientras están en tránsito, así como en los países de acogida, fueron presentadas en la reunión. Los panelistas destacaron la generosidad del pueblo griego, junto a la iglesia ortodoxa, en sus respuestas al flujo de más de un millón de personas huyendo del conflicto en Oriente Medio, África y Asia, la asistencia ofrecida por organizaciones religiosas a los refugiados que llegan a Italia, así como a las diferentes comunidades desplazadas por la violencia en Irak.

Asimismo, los participantes exhortaron a una respuesta internacional unida y coordinada a los retos de la migración forzada y la trata de seres humanos por parte de responsables políticos, la sociedad civil y organizaciones trabajando juntas para encontrar soluciones compartidas. 

Hablando de la situación de Senegal como país de origen de la migración, un orador destacó también la importancia de la sensibilización en los países de origen sobre los riesgos de la trata y otras formas de explotación, desarrollando capacidades, proporcionando educación y protegiendo a las familias para reducir la migración ilícita.

El evento puso de relieve la vulnerabilidad única de las mujeres en esta crisis: los grupos armados a menudo ven a las mujeres como mercancía que se comercializa o de trata y, en muchos casos, los contrabandistas y traficantes usan el sexo como moneda para el acceso a las rutas de migración.

La consulta fue organizada por la Oficina de las Naciones Unidas sobre la Prevención del Genocidio y la Responsabilidad de Proteger, el Centro Internacional de Diálogo y el Consejo Mundial de Iglesias, en colaboración con los gobiernos de Italia y España, el Instituto de Estudios Estratégicos y Democracia de Malta y la Asociación Internacional sobre la Religión y el Desarrollo Sostenible.