Nigeria 2020: Diálogo interreligioso para la nueva década

10 Febrero 2020

En enero, el Foro de Diálogo Interreligioso para la Paz (IDFP), apoyado por el KAICIID, celebró su primera conferencia de paz, la cual resultó muy importante para mostrar la realidad sobre la resolución de conflictos y los esfuerzos que se realizan para mantener la paz en Nigeria.

Al dar comienzo una nueva década en la programación del Centro, el experto del KAICIID sobre esta materia, Joseph Atang, ha formulado unas recomendaciones sobre el modo en el que el país puede aprovechar el diálogo interreligioso para resolver cuestiones como los conflictos ocasionados por la utilización de recursos, el uso indebido de la religión y la violencia sistémica estructural.

Al entrar en el año 2020, Nigeria se sigue enfrentando a los problemas del subdesarrollo y la falta de cohesión social, así como a los problemas derivados de la riqueza de recursos del país.

Nigeria ha tenido su propia cuota de violencia en las últimas décadas, pero la situación actual es particularmente preocupante.

En mayo de 1999, Nigeria comenzó su transición hacia un gobierno democrático. Sin embargo, el proceso democrático se ha visto obstaculizado en las comunidades locales por las diferencias políticas, étnicas, religiosas y culturales, y el fácil acceso a las armas ha contribuido a que el legado de violencia de los últimos tiempos perdure en la actualidad.

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Algunos expertos creen que la falta de derechos previa ha hecho difícil que los nigerianos se adapten a las libertades relativas asociadas a la democracia. O, tal vez, que las emociones reprimidas durante todos los años anteriores repletos de violencia han hecho más difícil la transición a un modo de vida pacífico, ahora que el futuro está abierto al proceso democrático.

Nigeria es un país diverso, multiétnico (que comprende 527 etnias e idiomas) y religioso, y aún no se ha recuperado adecuadamente de los años de derramamiento de sangre. A lo largo de todo el país se producen conflictos en torno a recursos como la tierra (para la agricultura, la vivienda y el pastoreo), el petróleo y los minerales, así como en torno al poder político y la infraestructura. Los conflictos religiosos, culturales y étnicos se han multiplicado y, posiblemente, sean los que tienen consecuencias más destructivas y mortales.

La violencia tiene sus raíces en la ceguera ante los derechos humanos básicos: el respeto, la igualdad y la aceptación del otro. Se ha permitido que perduren los discursos de odio, la desinformación y la incitación a la violencia.

Estos factores han llevado a un colapso sin precedentes de la seguridad, la ley y el orden, lo que ha facilitado mayores oportunidades para cometer crímenes. La libertad de movimiento ha sido suprimida por el robo, el vandalismo, el secuestro, el consumo de drogas y los asesinatos. Los organismos de seguridad están sobrecargados y abrumados.

Sin embargo, estos desafíos no son insuperables. Hay grandes oportunidades en el país y los nigerianos disponen de la fuerza y la resistencia para aprovecharlas. Esa fuerza y esa resistencia se encuentran en el sistema de gobierno de Nigeria. Y también en el aprovechamiento de las capacidades de los dirigentes y las comunidades religiosas.

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Desde el punto de vista político, Nigeria tiene muchas oportunidades de formar un país unido, estable, progresista y pacífico. Una de ellas es la participación en los procesos de adopción de decisiones, lo que exige que el gobierno consulte sobre las políticas, las aplique eficazmente y que las instituciones públicas se sigan mostrando

responsables ante los ciudadanos. Los ciudadanos, por su parte, deben estar dispuestos a participar en la elaboración de políticas y consultas.

Y aunque algunos observadores ven la religiosidad de los nigerianos como una fuente de conflicto y, por lo tanto, una debilidad, no se puede discutir que la religión también puede ser una fortaleza. La investigación y la práctica en materia de solución de conflictos han establecido que la religión puede ser una vía fundamental para la gestión y la solución de conflictos mediante el diálogo interreligioso.

A través de los mensajes de los libros sagrados, y el gran poder de convocatoria, respeto y apalancamiento que poseen, los líderes religiosos pueden negociar la paz en situaciones de conflicto.

El diálogo interreligioso no significa llegar a una creencia común, o una forma de convertir al otro, o un espacio para discutir, atacar o refutar las creencias del otro. El diálogo consiste en aumentar la comprensión mutua, identificar las causas de la tensión y romper las barreras y los estereotipos que conducen a la desconfianza, la sospecha y el fanatismo.

Entonces, ¿cómo podría ponerse esto en práctica, en la próxima década?

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En primer lugar, el diálogo interreligioso debe trascender la simple resolución de conflictos para abordar también el buen gobierno. Esto supone una acción conjunta contra la corrupción, la mala gestión de los recursos y las enfermedades generalizadas. También fomenta el compromiso de mejorar la educación y la promoción de valores positivos compartidos.

Los cristianos y los musulmanes, así como los líderes tradicionales, deben trabajar juntos para construir una sociedad justa y pacífica. También debe haber una condena conjunta de la incitación al odio y la violencia, así como un control y una prevención constantes del fanatismo.

Los cristianos y los musulmanes deben permanecer fieles a las enseñanzas de ambas religiones sobre la paz. Ambas religiones parten en su base de un llamamiento a la paz, a la abnegación y a la tolerancia.

Y, por supuesto, debe haber mejores y más fructíferas asociaciones y una mayor red de contactos entre los grupos interreligiosos de la sociedad civil.